23 Jun González, Julio
Julio González vivió y murió bordeando los límites de la miseria. Pero Julio González, mientras intentaba sobrevivir, fue marcando senda y haciendo una aportación trascendental al arte del primer tercio del siglo XX desde la escultura artística de vanguardia.
Nació en Barcelona en 1876, donde su familia tenía un taller de forja, González e hijos. Allí tuvo el primer contacto con el metal, con el hierro, con el cobre, con aquellos materiales que incorporó al arte asestando un tajo al canon clásico en favor de lo nuevo, de lo por hacer, de lo posible.
Julio González es el agitador de la escultura contemporánea. Aquel que dijo que su trabajo consistía en dibujar en el espacio. Y lo hizo. Y lo hizo sin mirar atrás. Seguro de que era la misión que debía cumplir. Entre Julio González y los demás se abre ese espacio que sólo él tuvo la osadía de ocupar.
La expedición comenzó en París, en 1900, junto a su amigo Picasso. Allí ajustó el reloj de la modernidad a su idea de la escultura. Y desde las primeras piezas hasta los últimos trabajos, falleció en Arcueil (Francia) en 1942, su senda fue una búsqueda, agónica tantas veces, por hacerse un sitio que fuera del taller nunca encontró. Luego también se ha tardado demasiado en reconocerlo.
Lo que hizo Julio González, de algún modo, es construir desde el vacío en una confusa rebeldía sin nombre que sólo encontró salida en los metales. Y con ellos obró un milagro, el único posible según lo entendió: partir en dos el tiempo de la escultura contemporánea. Aunque nadie, quizá tampoco él, se percató de tal alcance.
Texto (extracto): Antonio Lucas, para El Mundo (2021).
Año: Barcelona, 1876-Arcueil, 1942
Documentación sobre el artista en CIDA: Consulta
Título de la obra: Femme a l’amphore
Año: 1935
Medidas: 24,8 x 16,1 cm
Técnica: Lápiz sobre papel
Tipología: Pintura
Inventario: 897
Sala: 16