25 Feb Hernández Mompó, Manuel
Creador de una obra mediterránea y luminosa, estaba considerado como uno de los mayores talentos de la pintura española de posguerra. El estilo característico de Mompó comenzó a cuajar, no obstante, a fines de la década de los cincuenta, cuando se decidió a abandonar la figuración a favor de un nuevo lenguaje de signos y figuras semi-abstractos, que parecían flotar mágicamente en el espacio cada vez más rebosante de luminosidad. No fue nunca un pintor de cambios bruscos, sino de lenta depuración, una depuración que finalmente no giraba en torno a otra cosa que de la luz, pero no cualquier luz, sino exactamente la luz de su país natal, la luz mediterránea, esa misma luz que dio una bella sensualidad comparable a otros grandes artistas paisanos suyos, y, en primerísimo lugar, a Joaquín Sorolla.
Texto: Francisco Calvo Serraler, obituario para El País.
Año: València, 1927-Madrid, 1992
Documentación sobre el artista en CIDA: Consulta
Título de la obra: S/T
Año: 1966
Medidas: 12 x 8 cm
Técnica: Tinta sobre papel
Tipología: Pintura
Contexto:
Dibujo realizado para felicitar la Navidad de 1966 a Vicente Aguilera Cerni.
Título de la obra: Calles de una plaza
Año: 1965
Medidas: 50 x 70 cm
Técnica: Óleo sobre tabla
Tipología: Pintura
Inventario: 641
Contexto: Microrrelato del concurso El Museu Singular:
Ya que el pincel dibuja la magia en el lienzo, cerré los ojos con el deseo de acabar en un mundo al óleo, entre calles y plazas de una pintura, que colgaba frente a mí, en la pared del museo. Cuando mis párpados se apartaron, descubrí que formaba parte de un lugar ilusorio de calzadas y aceras difuminadas entre paredes marcadas por los trazos del artista. El esbozo de una anciana sonrió y me ofreció una rosa que se adivinaba más nítida que el resto de imágenes. Acepté el regalo, olía a pintura y a flor a la vez. A continuación me adentré en un espacioso rectángulo que asocié de inmediato a una plaza. Sobre un suelo de blanco roto, entre un colorido contorno de rasgos de edificios y formas, una mujer joven, con un carro y un bebé pasó junto a mí… Pero una luz cegadora me obligó a cerrar de nuevo la vista y, sin quererlo, regresé al museo. Miré el año del cuadro, 1965, el de mi nacimiento. Nunca supe si aquello fue verídico o imaginario y si, tal vez, el recién nacido era, en realidad, mi retrato… pero la rosa apareció en mi mano. Autor: Roberto Monzó |
Sala: 11