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Torrent, Raúl

Torrent, Raúl

En 2018 se inauguró en Landete (Cuenca) un museo dedicado al pintor que vivió allí gran parte de su tiempo, La Loma del Olvido. En la inauguración, el también pintor y catedrárico de Estética retrató al artista con las siguientes palabras que transcribinos de la grabación: “Conocí a Raúl Torrent cuando, a través de un amigo común, el pintor y galerista Sebastián Planchadell, que contactó conmigo para que le hiciera una foto de una obra suya con que ilustrar el catálogo y cartel de una exposición que iba a presentar en la galería Vermell. Tuve que ir a su estudio y fotografiar un autorretrato suyo cuya imagen, recuerdo ahora, llevaba un sombrerito de paja de aquellos finolis de los años 30. Pero no fue esto lo que me llamó la atención, sino la fuerza pictórica que emanaba de la pastosa y texturada geografía rostral y que impulsaba a ir más allá de la propia imagen: a la inquietante personalidad del artista. Las veces que traté a Raúl constaté que estaba ante un hombre de personalidad compleja, enérgica y visceral, al tiempo que denotaba una gran carga cultural en sus apreciaciones y juicios. Ya se ha dicho que de profesión, por circunstancias propias de la época que en su juventud le tocó vivir, era militar y que en su trayectoria profesional llegó a estar destinado en las tropas nómadas del Sáhara, y que seguramente el desierto, por un lado, y haber estado también destinado en Canarias, donde conoce la obra de Millares (así como también conocía el arte de Tapies y de Cruz Castro), la cosa es que todo esto parece influyó en su interés por abordar trabajos plásticos de índole informalista y en donde la materia áspera de tela de saco, cordeles o retales adheridos sin duda anticipaban, al menos formalmente, la aspereza, rugosidad y expresividad de lo que después ha sido su obra más reconocida. Aquellas obras –de las que hoy apenas se conservan unas pocas– son las que denominó «su etapa gris»: eran los años sesenta del siglo pasado. Mas sería en los setenta y especialmente en los ochenta cuando su creatividad desbordante iba a alcanzar su mayor esplendor, dando lugar a todo un amplio y variado conjunto de peculiarísimos autorretratos: tanto apareciendo su rostro en solitario como rodeado de otros seres y formas, generando unas atmósferas donde el expresionismo iba a fundirse en una puesta en escena de elementos extraños y relatos de máxima superrealidad, sustanciándose así en un lenguaje en el que se asentaba la belleza de lo monstruoso o el delicioso horror –the delightful horror del que hablaba Edmund Burke– como noción para definir lo sublime”.

Año: Alacant, 1925-València, 2001

Documentación sobre el artista en CIDA: Consulta

OBRAS

Título de la obra: Nº 233

Año: c. 1980

Medidas: 92 x 73 cm

Técnica: Óleo sobre lienzo

Tipología: Pintura
Inventario: 948